Cuando era pequeña decía que a los 25 ya iba a estar trabajando, casada y con hijos. Si fuera por eso, entonces literalmente mi tren pasó hace siglos, porque con 26 no tengo ni lo uno ni lo otro.

A los 25 ocurren muchos cambios: ya no te cuentan de uno en uno el cumpleaños, sino que ya empieza a ser 5, 10, 15, 20, 25 porque que cansancio contar y cantar tanto.

A los 25 el metabolismo cambia y no es mito, es más real que la eliminación de Alemania antes de octavos de final en este mundial. Ya cada helado suma un poquito en los cachetes, cada pan de chocolate otro poquito en la papada, cada cerveza en los gorditos del estomago y, para las Lolas que están de buenas, se les suma en la cola. Y lo que antes quemabas en una ida al gimnasio, ya se demora mínimo una semana.

Si fuera por el cronograma que tenia para mi vida cuando era pequeña, entonces mi niña interior estaría muy decepcionada, pero la adulta que soy hoy, agradece no haber seguido ese listado y confía en que mi versión miniatura lo aceptaría. A mis 25 en lugar de trabajar, decidí viajar, en vez de casarme elegí pagar alquiler y comprar vino blanco en el mercado y, preferí no tener hijos para compartir apartamento con dos roomates.

Ya pasé los 25 y sobreviví.

Llegué a los 26 y mis redes sociales estalladas con pedidas de mano (una más increíble que la otra), matrimonios por acá y por allá, embarazos… y, yo sigo sin entender quién planea la estallada de la bomba para saber si es niña o niño. ¿Solo me pasa a mí, Lolas?

Pero a mi calendario actual no le cabe ninguna de esas citas porque está full con otros compromisos y carente de otros. Les voy a hacer una lista rápida de lo que falta, para que me ayuden a hacer cuentas, Lolas:

– Primero y antes que nada, es fundamental encontrar el novio.

Respuesta: Todavía no está y sinceramente será difícil porque cada vez más me amo sola.

– Segundo, es necesario empezar a tener ingresos fijos en la cuenta. Mejor dicho, que cada 15 días mi cuenta deje de estar en 0.

Respuesta: Para eso debo volver a mi país y empezar a mover la hoja de vida y rezarle a todos los santos para que alguna empresa quiera contratarme, además que me paguen bien y lo más importante: que SÍ sea el trabajo que me sueño.

– Tercero, creo que debo llevar mínimo un año de relación con el novio que tengo que conseguir en el punto uno para conocerlo lo suficiente y decir “sí, acepto”.

Respuesta: …no sabe, no responde.

Hasta aquí y haciendo mal las cuentas, faltan más o menos 4 años para eso, es decir que si estoy de buenas a los 29 o 30 me estaré casando. ¿Y los hijos? Grave la vaina.

Pero aún así, siento que mi cronograma esta planificado perfectamente. Puedo ser (feliz de la dicha) la dama de honor de todas mis amigas, llorar de felicidad en la iglesia por verlas caminar hacia el altar, bailar hasta que la fiesta se acabe y no perder la costumbre del vino blanco.

No es un pecado ir un poquito en contra de los tiempos ‘ideales’ que nos dice la sociedad. No está tampoco mal buscar otro tipo de ‘felicidad’ diferente al que nos han mostrado desde niñas. No vamos a irnos al infierno por pensar y actuar diferente.

En definitiva Lolas, lo que realmente importa y vale la pena es que cada una, independiente de si tenemos 20, 25 o 30, si nos casamos rápido, a tiempo o tarde, si tenemos hijos cuando la sociedad lo permite o no, siempre estemos felices con nosotras mismas y con la vida que estamos construyendo.