
COLLAGE POR BRENDA RAMÍREZ @VAINILLACOLLAGE
Ojeras y ojos hinchados, revisiones a WhatsApp cada 10 minutos para ver la última conexión de ese fantasma. Muchas cajas vacías de gotas relajantes en la basura y una misma pregunta en la cabeza: ¿hasta cuándo?
¿Te suena familiar? ¿Como un déjà vu de esos que te pone la cabeza a dar vueltas? Claro, es que todos hemos estado ahí, en la inmunda de la tusa. Y sí, todos. Porque no sé en qué momento se determinó que una tusa masculina era diferente a una femenina; ya sabrán, detrás de estas palabras que leen hay un hombre, un hombre un poquito indignado porque al parecer no está bien visto vivir mi tusa, al menos públicamente, y me pregunto, ¿qué tiene mi tusa de diferente a las de las niñas?
Por si quedan dudas, quiero que sepan que el cliché del despecho también lo viven hasta los más llenos de testosterona: unos buscan refugio en la indiferencia, otros en la fiesta y otros metiéndolo hasta en los huecos de los enchufes; pero a final del día, la almohada siempre vive la misma historia, siempre limpia los mismos mocos.
Me acuerdo de mi primera tusa cuando chiquito y no es muy diferente a las que he tenido de grandecito, logré una vez por medio de un pedacito de papel preguntarle a la niña más linda del salón que si quería ser mi novia, el noviazgo me duró lo que duró la clase y cuando salí, corrí a comprarle un mango con sal porque siempre había visto que le gustaba el mango con sal. Cuando se lo di, lo recibió y fue a botarlo a la basura. Sin decir nada, ese día sentí que me vaciaron el corazón, la misma sensación que se repitió cuando me dejaron esperando cinco horas en un restaurante, cuando escuché “no quiero estar con vos” o cuando me di cuenta que los mensajes que eran para mí, se replicaban en 3 conversaciones más. Todo en épocas diferentes, pero con el mismo efecto destructor.
Podría llegar a ser algo como: el gurú de las tusas. Me entusa ver un avión despegar o cerrar la última página de un libro, pero si hay algo que he aprendido de mis tusas, es que son el sentimiento más puro que un humano puede sentir. Es la realidad dura en la cara que te hace dudar del amor propio, pero es también la respuesta honesta a esas preguntas que te llenaban de agobio.
Hay algo curioso en el amor y en el desamor y es que en cualquier circunstancia te vuelve ciego, cuando estás enamorado no puedes ver lo que tienes delante, cuando estás entusado te pierdes de lo que tienes alrededor. Así que querida Lola o Bizcocho, ¡celebremos las tusas! ¡vivámoslas! No hagamos sentir mal al hombre que siente que le pisotearon el corazón. Si usted tiene un amigo que ha pasado por eso, abrácelo, más adelante se lo van a agradecer.
Entendamos que las reuniones con amigas cantando Amor Eterno de Rocío Durcal, o la mirada perdida a fotos del pasado no son cosas exclusivas de la tusa de una mujer. A nosotros nos da duro y mucho. Lo único que queda después de agotar todos los recursos para medianamente sentirse mejor es esperar y ya.
En conclusión…
Hay gente que está enamorada de piedras y ama tropezarse con ellas. Hay otra gente que después de caerse con una piedra, aprenden a fijarse bien por donde caminan y aprenden la lección para seguir adelante. Algunos ven la piedra y levantan murallas y muros de miedo a su alrededor para que nada malo les pase y, efectivamente, nada malo pasa. Yo les recomiendo que cojan un maletín y lo llenen con las piedras que les han tirado, con las que se han tropezado y con las piedras de los muros que derriben, porque así se construye camino, así se lleva el peso.
Y como leí algún día por ahí, acuérdense que “donde llovió, paró.”
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