Argentina fue el primer país en América Latina en aprobar la ley de identidad de género y el matrimonio gay, apenas logró pasar la propuesta que busca legalizar el aborto e incluirlo en el sistema de salud pública siendo ya presentada desde el 2005 aproximadamente 7 veces.

Y fue así como el pasado 14 de junio la Cámara Baja se reunió para aprobar el proyecto que buscaría legalizar la interrupción voluntaria del embarazo hasta la semana número 14 de gestación. “Aborto legal en el hospital», gritaban los manifestantes al recorrer la Avenida de Mayo de Buenos Aires. Sin embargo, en menos de un mes, la propuesta que movilizó a miles de argentinos en distintas marchas y llenó de verde las calles, se hundió ante la Cámara Alta.

Actualmente en Latinoamérica países como Uruguay, Cuba, Guyana y México D.F. permiten abortar legalmente y sin restricciones, algunas de ellas son: violación, malformaciones en el bebé, riesgos para la vida de la madre o feto como es el caso de Colombia

El pasado miércoles con 38 votos en contra, 31 a favor, 2 abstenciones y un miembro ausente, Argentina le dijo no al aborto -por lo menos hasta marzo del 2019 cuando se estima se volverá a presentar el proyecto-.

Así deciden continuar con la misma legislación de 1921 que solo permite la intervención estatal y legal en casos que involucren la violación o riesgos en la vida del feto o la madre. Frente a esto el senador Óscar Aníbal Castillo afirmó “El resultado de la no aprobación de la ley es que estemos en la misma situación en que estamos ahora. ¿Es igual la sociedad argentina ahora que en 1921, cuando se aprobó el Código Penal? En 1921 las mujeres no podían votar. Lo digo para señalar que algo ha pasado en 100 años”.

Los abortos clandestinos son la principal causa de mortalidad materna en Argentina. Por ejemplo, en 2016 cerca de 10.000 mujeres tuvieron que ser internadas por complicaciones derivadas de un aborto -diez veces más que la población de ciudad del vaticano-.

Se estima que el 97% de los abortos realizados África, Asia y América Latina son peligrosos. Mientras que en países del primer mundo la tasa de mortalidad representa 30 casos por cada 100.000 abortos, en el continente africano por cada 100.000 abortos mueren 520 mujeres.

En el mundo se realizan aproximadamente 22 millones de abortos inseguros al año y estos provocan en promedio 47 mil muertes que claramente se podrían evitar si se entendiera que proyectos como este buscan acabar con la desigualdad de oportunidades, pues son las mujeres quienes deben elegir si quieren o no ser madres y esta elección debe respetarse aunque su práctica puede molestar a las creencias de algunos. El Estado de Argentina o de cualquier lugar debe garantizar el derecho a la salud pública.

Es claro que el aborto no es un tema moral ni religioso sino de salud pública y, sobre todo, debe ser democratizado para que las mujeres que quedan en embarazo porque el método anticonceptivo falló o porque no han recibido la suficiente educación sexual, reciban un tratamiento adecuado y digno que no ponga en riesgo sus vidas.

El proyecto en Argentina buscaba justamente eso, garantizar la inclusión del aborto en el sistema público de salud haciéndolo gratuito. La senadora Pamela Verasay argumentó “No hay abortos porque hay ley! ¡Estamos buscando una ley porque hay abortos! ¡Y clandestinos!”. Con el #YoAborté cientos de mujeres dejaron a un lado el miedo a ser juzgadas, compartieron sus experiencias y, sobre todo, hablaron de la clandestinidad del aborto y las consecuencias de esta en su salud física y mental.

Aunque es difícil tener cifras exactas sobre la cantidad de abortos que se realizaban antes de la legalización, es posible darse cuenta de que en países donde se legisló a favor de este las tasas de mortalidad materna por abortos disminuyeron, como es el caso de Uruguay donde hay una significativa disminución en la muerte de las madres, además también se empezaron a aplicar políticas específicas como lo son la creación y ampliación de los servicios de salud sexual y reproductiva universales luego de la legalización, porque las mujeres no tenemos la obligación social de ser madres y así como hay embarazos no planeados donde las mujeres finalmente quieren tener sus hijos, se debe respetar y garantizar ese derecho a la elección a las mujeres que no desean hacerlo.

La discusión a enfrentar, no solo en Argentina sino en todos los países que aún penalizan el aborto, no debe centrarse en la religión o en creencias conservadoras, sino en entenderlo como una realidad donde está en juego la vida de cientos de mujeres que tienen que exponerse a cualquier tipo condiciones para hacerlo.

Los abortos seguirán ocurriendo, sean legales o clandestinos, y junto a ellos el problema de salud pública continuará avanzando. Por eso es un derecho que seguiremos exigiendo. Por ahora nos queda la certeza de que, como dijo la escritora Claudia Piñeiro, “La batalla cultural está ganada y eso no es poco”. Somos visibles, nos hemos hecho oír y no pararemos hasta que en el Estado Argentino, en el colombiano y en los demás países de Latinoamérica y el mundo nos reconozcan tal y como nosotras lo hacemos ahora.