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Cómo darle salida digna a alguien que no va más

Escrito por Valeria Ortiz Velandia

Cerrar ciclos en la época del social media es más difícil de lo que parece, ¿no crees? Cuando creemos que el ciclo está cerrado una reacción a una historia o un like nos demuestra que todavía hay algo ahí, o que desearíamos que hubiera algo y se reabre una historia que supuestamente era parte del pasado. (Podemos oír las voces de nuestras amigas diciéndonos, “otra vez él?”)

Yo tuve un ciclo de esos, cuando lo daba por cerrado, enterrado y olvidado, apareció y yo,  siendo un tanto débil, acepté reabrir la historia. Al fin y al cabo, el universo, la vida, incluso la pandemia, nos la había cortado a la mitad y “merecía una segunda parte”.

Lo que pasó con Carlos es que después de una linda historia hubo un final de los llamados “de la noche a la mañana”  y como a muchas les habrá pasado, me quedé esperando una despedida, una disculpa o algo que nunca llegó. Además, yo sentía que él era y no quería pensar que estaba mal. A veces nuestra mente se empeña en visitar ese lugar donde fuimos felices e ignora que debemos irnos cuando ya no es lo que queremos y merecemos en lugar de desear que se transforme (recordemos que las segundas partes no son tan buenas).

Lo difícil de cerrar el ciclo, es que a veces el ciclo te cierra a ti y tú te quedas ahí haciendo baños con ruda, teniendo conversaciones imaginarias, buscando conversaciones en persona, o escribiendo cartas para luego quemarlas a ver si de una vez por todas lo cierras, ahora sí en serio.  Si estas cosas no van contigo o no te han funcionado te voy a contar lo que a mí me funcionó para cerrar el ciclo y blindarme ante likes y casualidades de la vida para las cuales no hay vacunas.

Se llama darle salida digna a alguien. Ocurre cuando en una situación muy incómoda para ambas partes, una de ellas, sabiendo que la otra no tiene cómo responder “se la pone fácil” para mostrarle el camino hacia la salida.

Te daré un ejemplo… Imagina que estás hablando con alguien y le suena el celular muchas veces, ignora la llamada, pero no lo apaga ni se ausenta para contestar por “vergüenza” o cualquier motivo… La salida fácil sería preguntar “¿quién es, qué pasa?” e incluso molestarnos para que la persona reaccione como queremos. La salida digna sería decirle “wow, parece que te necesitan con urgencia, si quieres contesta y ahora hablamos, entiendo que esto puede pasa, te espero” y lo dices con sinceridad sin ánimos de sonar pasiva agresiva y ni hacer preguntas pues hay respuestas que aún teniéndolas no nos darían calma ni paz.

La persona inmediatamente sentirá tranquilidad, ya sea de atender la llamada, o darte el espacio que mereces sin interrupciones y tú sentirás calma sin haber hecho reclamos ni tantas preguntas. El secreto está en hacerlo de modo respetuoso y genuino y facilitarle la salida a esa persona.

Pero ¿cómo llevamos esto a una relación en la que la persona no te dio el espacio, atención o el respeto que merecías?

Sin cuestionarlo (sin cuestionarte tanto) y dándote el espacio que mereces. Yo lo hice con una carta para Carlos, no la envié pero fue tan poderosa que no necesité enviarla. Quemarla es opcional pero hacerla con sinceridad es obligatorio y muy liberador (suspiro).

Carlos,

Quise hacerte esta carta sin dirección para sacar muchas cosas que llevo dentro y me empiezan a estorbar. Contigo siempre fui puntual, traté de dar lo mejor de mí, decir sí a todo, ser descomplicada, poco problemática pero las cosas no salieron como yo quise.

Los dos sabemos que la historia que vivimos empezó de repente, fue intensa, apasionada y real. De esas historias que una diría “es que él es” y todas las amigas quedan impactadas y hasta un poco envidiosas de aquella historia que parece de película. Pero por cosas de la vida, se quedó a la mitad cuando te fuiste a otro país. Aún así, quedaste tan grabado en mí, que no veía la hora de volver a verte, de continuar la historia que sentía que me habían cortado en la mitad. Creo que caí en la forma millenial de mandar señales de humo: subir historias, compartir en redes algo que quizás llamaría tu atención.

Un año después tuvimos una nueva oportunidad. Pero ni tú ni yo éramos los mismos que cuando nos conocimos y aún así lo intentamos… No funcionó y de la nada te estabas yendo otra vez, pero no del país sino de mi vida.  Sin embargo, hoy vengo a darte una salida digna y esto significa no cuestionar tu amor y luego tu silencio mucho menos el por qué de tus detalles, las miradas profundas, las conversaciones antes de dormir, los espacios que eran de los dos, por qué  fuiste tan especial y luego tan indiferente. No voy a  sacarte por la puerta de la culpa.  

Prefiero escoger una puerta que nos deje bien parados a ambos. Digamos entonces que fue el contexto y las maletas que traías contigo antes de reencontrarte conmigo. Digamos que fueron los rasguños que alguien más te hizo, el eco de las heridas que se quedaron sin sanar, el vacío que dejan las despedidas forzadas. Digamos que fueron las consecuencias de un amor intenso pero doloroso.

“Lo difícil de cerrar el ciclo, es que a veces el ciclo te cierra a ti y tú te quedas ahí»

¿Por qué pasaron las cosas así? ¿Para qué?  ¿Qué venía a enseñarme? La salida digna implica olvidar los cuestionamientos que traen culpa y el inventario de para-qués que traen tristeza.

No quiero sonar tajante y decir que nunca fuiste quien creí, (eso sería como ponerme en la situación de víctima que fue engañada) tal vez fuiste tan genuino y real como yo pero las cosas, las personas y la vida -afortunadamente- cambian. No es que nunca hayas sido, es que dejaste de ser, y eso está bien, tenemos derecho a cambiar de parecer, de ideas, a vivir de muchas maneras y no estar de acuerdo con nuestro yo del pasado o las promesas que a media noche y embriagados de amor nos hacemos.

La puerta que elijo para darte una salida digna es tan bonita como por la que llegaste, y lo bueno es que cuando salgas por ella, yo seguiré aquí, no esperando por ti, sino reiterando que sigo completa y que el fin de algo no implica que nunca haya existido. En lugar de preguntar qué, por qué y para qué, te digo hoy que entiendo si cambiaste de rumbo, si cambiaste de parecer, si te enamoraste, si te sentiste cómodo en el silencio o en la distancia. Entiendo.

Me queda darte las gracias por aquello que me enseñaste y por qué no, también por lo que me hiciste sentir, tal vez el dolor es proporcional o lo especial que fue pero eso no indica que deba quedarme esperándote o esperando tus razones. Puedo dejarte ir sin cuestionarte, puedo darte el espacio que necesitas y así yo obtendré la calma que merezco.

Hasta pronto, Carlos.

Te abrazo, no para retenerte sino para agradecerte y te abro la puerta, no sin antes decirte, genuinamente, “que te vaya bonito”.

att. Vale