A lo largo de nuestras vidas cultivamos muchas relaciones, que cuánto más importantes son para nosotras, más nos esforzamos por hacernos merecedoras del afecto que recibimos, estamos en modo gratitud todo el tiempo y, en consecuencia de eso, entregamos lo mejor de nosotras. Quiero invitarte a que en este punto pienses qué harías por alguien por quien sientes un amor profundo, puede ser un miembro de tu familia, tu pareja, una amiga o quien quieras. Yo te contaré mi experiencia, pero mantén tu respuesta en mente.

Cuando amo a alguien profundamente lo elogio, destaco sus cualidades, agradezco su presencia en mi vida, no tengo reparo en pedirle perdón si le hago daño y, cuando debo hacerle ver que está en un error, busco las mejores palabras para no causarle daño. Todo lo que hago por esa persona nace desde el amor y la gratitud.

Ahora te contaré cómo llegó a ser mi relación conmigo misma en algún momento de mi vida. Desde que inició mi adolescencia, comenzó una enemistad entre el espejo y yo. Cada vez que nos encontrábamos había una discusión, algún cuestionamiento, alguna queja, que además expresaba de forma muy ofensiva e hiriente. “Gas esas piernas llenas de celulitis”, “¿por qué no tienes senos?”, “qué asco esa nalga llena de estrías” son algunos ejemplos de las conversaciones que teníamos. Siempre fui muy agresiva e ignoraba el montón de cualidades que había en ese reflejo, enfocándome en lo negativo, o más bien, en lo que en ese momento creí que era negativo.

Desde hace poco tuve la oportunidad de ver la experiencia de una mujer que perdió una pierna a causa de un accidente y la forma tan valiente como enfrentó ese suceso, frente al que muchos nos preguntamos en algún momento, ¿por qué le sucedió?, pregunta a la que ella, con su actitud positiva y admirable, me dio una respuesta: todo en la vida sucede por alguna razón y hemos sido enviados al mundo para cumplir una misión.

Ella logró inspirarme, me hizo amar esas piernas que odiaba, enseñarme que tener vida es un regalo al que nos acostumbramos y por eso olvidamos dar gracias. Esa mujer logró que me reconciliara conmigo misma y se lo agradezco profundamente. Luego, aprendí también que las estrías, la celulitis y los senos pequeños no eran defectos, eran características que me identificaban, hacían parte de mí y me hacían ser algo que me hace inmensamente feliz y es ser mujer.

¡Mírate a un espejo! tienes frente a ti al ser que más deberías amar en el mundo… ¿cada cuánto le recuerdas lo valioso que es?, ¿cada cuánto le das gracias por despertar con vida y completa?, ¿cada cuánto le pides perdón por las veces que le agredes con palabras ofensivas simplemente por no encajar en un estereotipo o por cometer un error? Tus pensamientos son la forma en la que te comunicas contigo misma. Pregúntate cómo te hablas y si hablarías de esa forma a alguien que amas. Y si acaso estás peleada contigo, como en algún momento lo estuve yo, ¡reconcíliense!, de seguro tienen muchas razones para ser amigas.

¿Qué te parece si comenzamos hoy? Te voy a enseñar un ritual de tan solo cinco pasos que debes seguir todos los días para iniciar tu proceso de reconciliación:

Paso 1: Doy gracias

Cuando te levantes di gracias, gracias porque seres que amas abrieron sus ojos hoy (inclúyete como la primera de esa lista).

Paso 2: Soy hermosa y valiosa

Dirígete al espejo y en voz alta recuérdate lo hermosa que eres, menciona al menos tres cualidades que tienes. Incluso puedes escribirlas en el espejo o agregar algunos post it.

Paso 3: Me perdono y me permito equivocarme

Pídete perdón por las veces que fuiste dura contigo misma, es normal que a veces falles, pero ya suéltalo, sé flexible, sitúa tu mirada en el presente. Cada día es una oportunidad para ser mejor y, como plus, cada vez que nos equivocamos, aprendemos un montón.

Paso 4: Me hablo con amor

En caso de que sientas que tienes algo por mejorar háblate bonito, usa palabras amables para decirte en qué debes trabajar para lograr ser tu mejor versión y ve por ello, recuerda lo valiente que has sido hasta ahora y lo mucho que has logrado, ¡puedes con todo!

Paso 5: Me abrazo

Para terminar este ritual, regálate un abrazo. Los abrazos son sanadores, demuestran afecto y protección. ¡Mereces darte ese regalo!

Para terminar, recuerda que esto es un proceso que no tiene fin, no todos los días te vas a despertar con la mejor energía, amándote y aceptándote y también está bien. Lo importante es que lo decidas, disfrutes del camino, intentes callar esa voz interna castigadora y dar cabida a pensamientos empáticos contigo misma. Respeta tus tiempos, no compitas con nadie y siempre regálate mucho amor, finalmente, ¡eres el amor de tu vida!