Aprendes apreciar la sensación de incomodarte porque sabes que ningún mar en calma hizo experto a un marinero.

No, regresar a casa no siempre es tan fácil. Cuando estás lejos ansías volver a sentirte cerca de los tuyos, estar de nuevo en casa. Pero algunas veces volver a nuestro hogar nos hace incomodar, quizá aún más de lo que alguna vez imaginamos.

Sin embargo, llegas; estás de nuevo con tu familia, tus amigos, comes el plato típico de tu ciudad que nunca te supo igual cuando estabas al otro lado del
mundo.

Ves que ya no son 45 sino 20 minutos los que te toma bajar del
aeropuerto y llegar a darle un gran abrazo a tu abuela y, que la que solía ser una tienda en la esquina de tu residencia, terminó convirtiéndose en un gran supermercado.

¡Regresaste! O tal vez llegaste por primera vez.
Con los días vuelves a los lugares en los que amabas estar con los tuyos, pero al llegar notas que prefieres otro lugar, otro plato, otra compañía. Incluso, te percatas que bastan 10 hojas de un buen libro y una buena porción de azúcar, porque aprendiste a ser suficiente.

Quizá descubres que te sigues sintiendo ajena a lugares, personas, canciones que creías que te definían, incluso; por momentos, te sientes ajena a ti. Pero, ahí estás tú, en casa, tratando de poner en equilibrio tu incomodidad. Entendiendo por qué te está costando más volver a casa que haberte ido de ella a vivir a otro país.

Pese a todo tomas tu tiempo y honras tu aprendizaje porque sabes que estás justo en el lugar que tienes que estar, que volviste porque hay procesos que se tienen que cerrar en el mismo lugar donde los abriste, que regresaste para sanar para cambiar de vida o permitir que la vida te siga cambiando a ti.

Volviste para despertar una mañana y darte cuenta que hiciste posible tus imposibles, que soltaste la razón y decidiste seguir adelante, como siempre lo
has hecho.

Te das cuenta que, bajar la guardia no es malo, que pedir perdón cuando te equivocas es de valientes y que las diferencias que encuentras y encontrarás en el camino te obligaran a aprender, no de las circunstancias, sino de ti. Aprendes apreciar la sensación de incomodarte porque sabes que ningún mar en calma hizo experto a un marinero.