
Virginia Woolf está enojada y no es para menos. La escritora revolucionaria de la literatura inglesa del siglo XX no teme mostrar su enojo en cada línea trazada con su pluma. Líneas firmes y severas, llenas de carácter y coraje con las cuales denunció la invisibilidad de las mujeres en la sociedad, la indiferencia y la desigualdad que hemos tenido que soportar a lo largo de la historia.
Conocemos a Virginia por sus obras destacadas como Orlando, La señora Dalloway, Las olas, Al faro; todas estas buenísimas, cargadas de una narrativa compleja, digna de una de las mejores escritoras de todos los tiempos. Pero también vale la pena hurgar más allá de las novelas y adentrarse en sus ensayos o textos de no ficción donde expone sus ideas acerca de la discriminación hacia las mujeres.
En Un cuarto propio (1929), Virginia nos ilustra todo aquello que podrían lograr las mujeres si tuvieran acceso a la educación e independencia económica y al denunciar que las puertas de las bibliotecas se encontraban cerradas para ellas lanzó una frase poderosa, que en mi caso me hizo estremecer y dejó eco en mi cabeza: “No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”.
Un cuarto propio no fue suficiente para Virginia, necesitaba otro escrito en el cual poner en tela de juicio todos aquellos aspectos que contribuían a la subyugación de la mujer: la dependencia económica, el sometimiento en la familia, la nula participación en política, el no poder acceder a la educación, el matrimonio, el ejercicio de la maternidad, entre otros asuntos, que hoy en día siguen siendo temas de discusión. Nace entonces en 1938 Tres guineas, texto en el cual se retoman todas estas cuestiones y que tiene como objetivo reivindicar el derecho a la igualdad como eje fundamental para lograr la paz en las naciones.
Tres guineas, es un texto de no ficción tipo ensayo, en el cual Virginia Woolf responde a un cuestionamiento que le envía un caballero, quien, además de la respuesta requiere de un donativo económico. La pregunta es la siguiente ¿En su opinión cómo podríamos evitar la guerra? De la manera más sensata, pero con un ligero tinte de sarcasmo, Virginia empieza la carta que sería su respuesta, con otra pregunta “¿Cuándo se ha dado anteriormente el caso de que un hombre culto pregunte a una mujer cuál es en su opinión la manera de evitar la guerra?” Este es el punto cero en el cual Virginia asume su posición de mujer o mejor dicho la posición que le han dejado y la marca absolutamente durante todo el texto, para concluir diciendo que solo es posible evitar la guerra cuando haya un reconocimiento efectivo de la mujer como parte imprescindible de la sociedad.
Para responder la carta, Virginia realiza múltiples investigaciones y análisis bibliográficos sobre la guerra, ¿qué hay detrás de la guerra? ¿por qué a pesar de que los hombres y las mujeres comparten muchos instintos, el instinto de luchar es mayor en el hombre que en la mujer? ¿Será la guerra un cauce de cualidades viriles? ¿La guerra tiene que ver con el patriotismo? ¿Cuál es el papel de la mujer en la guerra? Todos estos cuestionamientos son tratados en el libro con unas argumentaciones brillantes, pero sin decir nada concluyente, lo que da pie a múltiples discusiones.
Respetado señor, las mujeres quisiéramos ayudarlo, nosotras queremos acabar con la guerra, pero ignoramos muchas cosas, no entendemos cómo funciona el mundo, ustedes nos niegan el derecho a la educación y después pretenden que tengamos un razonamiento crítico acerca de estas cuestiones, es mucho lo que nos piden. Básicamente, mediante esta premisa, que son mis palabras y no las de Virginia, pero que se encuentran implícitas, con algo de sorna, en todo el texto; se empieza a desglosar la importancia de la educación como arma fundamental para evitar la guerra, pero haciendo un énfasis muy importante en el hecho de que las mujeres han estado al margen de dicha educación y que esta solo puede ser efectiva en el momento en el que se convierta en un derecho innegable para todos y todas.
Pero ese reconocimiento a la mujer por parte de los hombres no se dará si no lo propiciamos nosotras mismas, por esta razón, Virginia nos invita a conformar la Sociedad de las Marginadas… “No es un nombre sonoro, pero tiene la ventaja de que se adecúa a la realidad: a la realidad de la historia, de las leyes, de la biografía; incluso, quizá, a la realidad todavía oculta de nuestra piscología todavía desconocida.” La sociedad de las marginadas luchará por la libertad, la igualdad y la paz. Nuestro primer deber será luchar sin armas (porque no será igual a la lucha de los hombres).
La marginada no luchará por su patria, “¿Qué significa “nuestra patria” para mí, una marginada” ¿Qué posición ha ocupado nuestro sexo en esta patria? “nuestra patria me ha tratado como a una esclava; me ha negado la educación y la posibilidad de compartir sus posesiones, me niega los medios para protegerme a mí misma…” proclamaremos entonces, las marginadas: “Como mujer, no tengo patria. Como mujer, no quiero ninguna patria. Como mujer, mi patria es el mundo entero”.
La sociedad de las marginadas luchará por los hombres y por las mujeres, exigirá al estado el reconocimiento legal de las labores domésticas, lucharemos también por las esposas para que tengan una opinión y voluntad propia, para que dejen de pertenecer a sus esposos y sean dueñas de sí mismas. La marginada se comprometerá a ganarse la vida, a estudiar y a trabajar, su resistencia será ocupar aquellos lugares que estaban vedados para ella, su triunfo será hacerse visible cada vez más y más, su voz se escuchará y su pasó dejará una huella que jamás nadie borrará.
Es complicado, en tan pocas palabras hacer una reseña completa de Tres guineas, a pesar de que esta obra está compuesta por solo 220 páginas, es tan vasto que su análisis podría no tener fin. Sin embargo, concluyo dirigiéndome a Virginia para decirle que las marginadas ya estamos actuando, que nos hacemos llamar feministas y que, aunque este nombre causa miedo y repulsión, hemos tenido nuestras conquistas y la lucha sigue en pie, por nosotras y por ellos también.
A las lolas les hago una invitación a leer a estas mujeres tan maravillosas que nos han abierto el camino en muchos aspectos, pero sobre todo nos han sacudido, han reconfigurado nuestro pensamiento brindándonos una conciencia histórica sobre nuestro papel en la humanidad y aunque al principio da mucha rabia, impotencia y tristeza conocer todas las injusticias y limitaciones por las que hemos pasado, ese enojo puede ser el motor que nos impulse, porque también tenemos derecho a enojarnos y decir: esto tiene que cambiar.
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