Le fallamos a Britney y a todas nuestras ídolas pop

Escrito por Ana Barros

Free Britney” es más que una tendencia, un hashtag para atraer más engagement a las cuentas de Instagram o un chisme de farándula del que hablamos por un momento y luego olvidamos para seguir investigando sobre la vida de los demás. Es la cruda representación de lo que significa ser mujer en una sociedad que busca, e históricamente siempre ha buscado, oprimirnos, controlarnos y convertirnos en objetos moldeables a su gusto.

Nacida en 1981, Britney Spears cumple 35 años de carrera este año. Es decir: desde muy temprana edad empezó su trayectoria artística de la cual ha tenido muy poco – por no decir ningún – control.

¿Se imaginan no poder vivir su niñez, su adolescencia y los que se suponen serán los mejores años de sus vidas, en paz? ¿Convertidas en un producto perfecto que está hecho para ser visto y vendido al mejor postor?

Y, aunque Brit no conoce a la Reina de Inglaterra, el mundo decidió otorgarle el título de ‘Princesa del Pop’, convirtiéndola en uno de los eslabones más importantes en la realeza de la cultura, las adolescentes y las revistas de chismes. Así la conocimos a inicios de los 2000 y así la recordamos en el 2021, pese a que lleva más de 5 años inactiva y alejada del público.

Pongámoslo así, mis Lolas, ¿recuerdan cuando teníamos entre 14 y 15 y nos moríamos de miedo a que nos pusieran algún título en específico?  Ya fuera “la perra esa con la que me pusieron los cachos”, “la más fácil del salón”, “la bruta que sólo piensa en arreglarse” y otras tantas etiquetas que en aquel momento parecían convertirse en cargas insoportablemente pesadas con las que teníamos que luchar constantemente para que no terminaran por abrumarnos y llevarse lo mejor de nosotras.

Ya es suficientemente desgastante tener que luchar con esa voz que nos impulsa a creernos que lo peor que dicen de nosotras es cierto. Pero, aún más aterrador es darnos cuenta que de un momento a otro nos pusieron en un pedestal donde nuestro deber es ser una muñeca de porcelana: aparentemente perfecta, incapaz de cometer un error y un completo modelo a seguir para otras niñas. Si ellas se equivocan, nosotras tenemos la culpa. Y esa carga, ese peso jamás solicitado, se la terminamos atribuyendo a Britney.

A sus 16 años cuando era entrevistada, recibía preguntas incómodas sobre el tamaño de sus senos, su actividad sexual, su cuerpo y cosas que en realidad afectaban en poco – o nada – su carrera musical y sobretodo pertenecían a su vida privada, no debían ser parte del ojo público y mucho menos una columna en Page Six. Luego, su ropa de estar en casa, sus atuendos en sus conciertos, su forma de bailar y sus relaciones sentimentales se convirtieron en un asunto recurrente en la prensa.

El acoso era constante. Los rumores de infidelidad y los comentarios de Justin Timberlake sobre haberle ‘quitado’ su virginidad – como si tener sexo con una mujer por primera vez fuera algún tipo de premio del cuál vanagloriarse – sus salidas a fiestas, borracheras, amistades, sus cortos matrimonios, su depresión post parto y tantas otras cosas que le pasan a la gran mayoría de mujeres a cualquier edad, se convirtieron un nuevo motivo social para juzgarla, apedrearla y sí: deshumanizarla. Como si la fama y el estrellato le quitaran esa parte personal dónde no es Britney Spears: la princesa del pop, si no simplemente es Britney, la joven que aún no sabe qué hacer con su vida.

Así como las malas noticias no perdonan hora y lugar, el peor momento de nuestras vidas puede llegar cuando menos lo esperamos y durante el 2007 y el 2008 le tocó a Britney vivirlo. Su salud mental estaba por el piso y claramente necesitaba más que ser perseguida por paparazzis o que su vida se convirtiera nuevamente en asunto de todos. Y ahí es cuando empezamos a fallarle como sociedad.

Su famoso breakdown se convirtió en un meme que hasta el día de hoy se sigue utilizando. Su imagen con la cabeza rapada se convirtió en un objeto de comercialización y de pronto todos decían lo mismo: Britney está fuera de control. ¿Se imaginan que en el peor momento de nuestras vidas alguien decidiera grabarnos y publicarlo en redes sociales? ¡O peor! Que ese momento se convirtiera en un motivo para que las personas a las que más amamos empiecen a buscar maneras de hacerse con el control de todos y cada uno de los aspectos de nuestras vidas.

Desde ese entonces Britney ha sido víctima de un patriarcado – literalmente – que busca escudarse en un momento de fragilidad emocional para hacerse cargo de decisiones que no deberían depender de nadie si no de ella misma. Casarse, tener hijos, salir a comprar un café o controlar sus cuentas bancarias son cosas que no puede hacer si sus tutores no le autorizan hacerlo. Y es completamente devastador.

La violencia psicológica que sufre gracias a esta decisión judicial – que lleva en pie desde hace 13 años – no solo retrata una violencia histórica en contra de la mujer, sino también la falta de humanidad que podemos llegar a tener con figuras que consideramos públicas y tendemos a poner en un pedestal.

El título de princesa del pop inició como un cumplido y terminó convirtiéndose en una maldición. Ponemos este peso sobre los hombros de personas que admiramos y las convertimos en figuras que deben vivir para complacer nuestras expectativas y no las suyas propias. Si no le creemos a Britney, después de todo lo que ha pasado, podemos preguntarle a Miley Cyrus cuando decidió hacer twerking en el 2013, a Taylor Swift cuando se le atribuyó el título de ‘perra loca’ a inicios de la década del 2010, a Selena Gómez, Danna Paola, Khloé Kardashian y muchas otras que cometieron el error de comportarse como seres humanos.

Free Britney es un movimiento que busca la libertad de una mujer que nunca ha tenido el control de su vida, pero también es un recordatorio de las veces como sociedad hemos dejado que le fallen a otras mujeres y les hemos fallado. Free Britney es un grito de libertad, independencia y sobretodo de perdón.