Cuando comenzamos una “vida adulta” es emocionante porque tenemos la libertad que queríamos a los 15, pero aterrador porque no queremos envejecer y olvidar a la niña(o) que todas llevamos dentro. Nos pone en una perspectiva distinta ante nosotros mismos, ya no vemos con los ojos de la inocencia, ya olemos diferente, poco comemos gomitas de oso pero hacemos más “el oso”.

A los 20 años no sabía que lo anormal podía ser considerado como “normal”. A los 20 no sabía que podía perdonar grandes diferencias o “ cagadas “ que me podían hacer los demás, como que una amiga salió con el chico que me gustaba y resultaron siendo novios, o aquel profesor que me tenía bronca, porque a los días se me iba a olvidar haciendo copia en el examen y aprobando la materia o saliendo con otro chico mejor que el anterior.

Negar la crisis de los 20 es como si nunca hubiéramos orinado en una piscina, jugado STOP o “tin tin, corre , corre”.

Olvidar aquella época de los 20 es olvidar aquella sensación que queda en los dientes después de que nos quitan los brackets, a los 20 no sabíamos realmente lo importante que es tener una familia, una mamá que aún nos espera con la comida favorita y, mejor aún, calientita,

Algún día le pregunté a mi abuelo si aún recordaba sus 20 años y me respondió, con una sonrisa un poco pícara: «claro que sí, mis años mozos, esos años donde se conquistaba con una rosa, un poema y una invitación a gaseosa porque no daba para más».

Me dijo que le hubiera encantado saber que podía equivocarse más, que no todo tenía que ser perfecto, que “nada” es tan importante como la familia, que no siempre la mejor respuesta es un SÍ, que también existe el no, porque un NO honesto es más que un SÍ que no es certero. Yo solo escuchaba y observaba cada una de sus arrugas que no son más que experiencias vividas y derrotas olvidadas. Entre risas y silencios y, mientras él recordaba, me puse a pensar: ¿Qué me hubiera gustado saber a los 20 años?

El tiempo se puede ver mucho cuando se tiene 20 porque creemos que no vamos a pasar de ahí, pero el tiempo pasa rápido -no es que tenga 40 años, tengo 25-, ya voy sintiendo el cambio, el tiempo va en patines y vuela como una hoja de papel así que yo sí le diría unas cuantas cositas a mi yo de 20 años:

1. Cuando te enamores y sientas que flotas como si fueras una pluma: d-i-s-f-r-u-t-a.

2. Ese ex novio que aún duele no es el amor de tu vida. Ese que crees que nunca vas a superar, algún día vas a recordar entre risas. Lo vas a superar, así como cuando se acaba el cereal, que vas por otro más rico y nutritivo.

3. Ama tus errores pero no cometas los mismos, cometae otros.

4. No hay necesidad de caerle bien a todo el bendito mundo, ni que fueras un billete de 50.

5. No estás gorda, flaca o fea como te imaginas. No te des tan duro. Un día verás fotos viejas y querrás volver a tener esa carita y a gozarte ese cuerpo.

6. Experimenta, déjate llevar por el momento, no pasa nada. Está bien.

7. No esperes la edad correcta para tomar riesgos. Sé friki, raro, RBD, pero sé. Aprende, lee, pero eso sí, conoce el guayabo y baila hasta que tus pies no puedan más.

“En esos 20 años baila, toma, trasnocha y que no falte la chupada de trompa para que valga la pena la pela. Aprovecha el tiempo, porque el tiempo perdido lo cobra Dios”, dicen mis papás.