El cuerpo de las mujeres usualmente es tratado como un bien público: todos opinan y deciden sobre él. La relación del cuerpo femenino y los hombres es un claro ejemplo de esto. Muchos se creen con la potestad de hacerlo sin importar si es su esposa, una total desconocida, la amiga o amante.

Observan el cuerpo con morbo, con el deseo de poder tocarlo y poseerlo (algunos claramente sobrepasan cualquier barrera y lo hacen). Se expresan abiertamente sin ningún tipo de reparo con términos como: “está rica” “está buena” “aguanta” “está como pa’ hacerle la vuelta”, por nombrar algunos de los comentarios menos elaborados.

Estos actos se han convertido en el panorama usual para las mujeres, por lo cual estamos constantemente expuestas a recibir todo tipo de comentarios y comportamientos de los hombres hacia nuestro cuerpo que violentan nuestra autonomía, seguridad e integridad.

La búsqueda de contacto físico no autorizado de parte de los hombres también se expresa en los espacios conocidos, por ejemplo, cuando un amigo o familiar simplemente no comprende que no estamos interesadas en él de una forma afectiva o sexual y no acepta un no como respuesta y decide tocarnos o por lo menos intentarlo de todas formas. ¿A cuántas de nosotras nos han intentado besar o tocar aún cuando ya hemos rechazado al tipo? Seguramente a la gran mayoría.

Estas situaciones resultan tan conocidas para muchos hombres que ni siquiera se molestan en pensar cómo se siente una mujer cuando ellos hacen gala de toda su “virilidad”.

Todo esto en parte se promueve por un concepto bastante difundido en nuestra sociedad y se refiere a que el cuerpo de la mujer es usado como objeto de deseo. Por lo cual está expuesto a que sean los hombres quienes deciden qué hacer con ese cuerpo, cuándo y cómo usarlo. Y las opiniones y emociones de la mujer pasan a un segundo plano, quedan relegadas de la ecuación.

Es por esto que para muchos hombres es simplemente inaudito que una mujer se niegue ante ellos: ¿por qué aceptar el rechazo y la negación de algo que ya consideran es suyo? Un ejemplo de esto supone lo que sucedió en España con el caso ‘La Manada’, en donde una chica de 18 años fue violada por cinco hombres al mismo tiempo, quienes grabaron el hecho con su celular para después ufanarse de eso en su grupo de WhatsApp, sin el menor pudor o reparo. ¿Por qué? Porque consideran que el cuerpo de la mujer es de uso público y lo usan como un objeto para obtener placer, lo que ella pueda decir o pensar no tiene relevancia para ellos.

Y así lo hizo saber la justicia cuando condenó el acto como abuso y no como violación porque “la víctima no opuso resistencia y actuó de forma pasiva” ¿Qué harían ustedes si se ven amenazadas y violadas por cinco hombres? Es así como el cuerpo de las mujeres es usado por los hombres para conseguir su satisfacción y para después desecharlo, situación que se repite una y otra, y otra vez.

¿Qué podemos las mujeres para reclamar los derechos sobre nuestro cuerpo? La respuesta a esta pregunta no es fácil y aunque se han hecho avances en la materia y cada vez se crean más y más movimientos en pro de la defensa de nuestros derechos todavía hace falta un gran camino por recorrer.

Sobre todo que desde nuestros hogares a hombres y a mujeres por igual se nos enseñe a contribuir a la defensa de nuestro cuerpo como algo privado y que solo se puede acceder a él con el consentimiento explícito de la persona.

Todos juntos unámonos en defensa del cuerpo como algo digno de ser cuidado y respetado. Así que hombres del mundo: es hora de que esto cambie y que comprendan que nuestro cuerpo NO es de ustedes, NO les pertenece y que NO tienen derecho a poseerlo sin consentimiento y autorización.

Entiendan que nos queremos sentir seguras y poder disfrutar de su compañía sin la amenaza de que ante la más mínima oportunidad nos van a tocar sin nosotras admitirlo. Tienen que saber que el deseo y el placer tiene que ser recíprocos y no impuestos y que así como ustedes tienen derecho a sentir placer nosotras también, pero un placer que nazca como un acto consciente.

Los hombres y las mujeres nos podemos dar la oportunidad de experimentar nuestro placer mutuamente, un placer que nos construya y que no destruya lo más íntimo que tenemos: nuestro cuerpo.