Mis hijos son peludos y tienen 4 patas
– Pero, si es solo un perro
Dicho varias veces por diferentes personas, mientras hacen cara de WTF, cuando me preocupo por el mío.//– ¿Está llorando por un gato? ¿Por un gato?
Dicho por un jefe cuando se me murió mi gatica.
Este tipo de frases me generan una mezcla de sentimientos; me da rabia y dolor pero a la vez lo entiendo. Sí, lo entiendo porque sé que el mundo apenas comienza a cambiar conceptos que nos han acompañado por más de mil años; en los que, por ley, los animales eran considerados un inmueble y solo en el 2016, solo hace dos años, se publicó otra ley que, por fin, los considera seres sintientes (Ley 1774 del 6 de enero de 2016).
Dato que sé porque como buena mamá de peludos, trato de mantenerme enterada; así como sé que mi perro no es una raza potencialmente peligrosa y no debe usar bozal, aunque sea potencialmente más peligroso que muchas razas que aparecen ahí (Ley 746 del 2002).
Algunas mamás de humanos, muchas veces, se ofenden cuando una mamá de un peludo dice con orgullo que su hijo es un perro o un gato, porque claro, hay “menos” responsabilidades; no hay que cambiar pañales, no hay que pagar colegio o universidad y no hay que amantarlo ni siquiera; pero si a esto vamos entonces, ¿una mujer que tenga un hijo con necesidades especiales debería ofenderse cada vez que otra mujer diga que ser mamá no es una tarea fácil?, ¡No! ¿Verdad?
Es que ser mamá no se trata de la cantidad de tareas que tengamos, ser mamá es algo más instintivo, se trata de entregar tu corazón de forma desinteresada, de cambiar tu rutina para que gire alrededor de tu hijo (sin importar su especie) , de hacer ciertos sacrificios y hasta de tener más de una angustia en la cabeza (muchas veces de forma innecesaria), porque así somos las mamás. Ser mamá se trata de compromiso.
– Yo no amamanté a mis perros ni a mis gatos, pero cuando llegaron a la casa me tocó pasar noches en vela porque no hacían nada más que llorar y hasta turnos tenía con mi esposo de ese momento para consolarlos y no dejarlos solos.
– Tal vez no cambié pañales, pero cambié muebles de tantas veces que se orinaron o se los comieron y pasé casi 10 meses inventando mil formas de limpiar el piso para que no se volvieran a hacer en la misma parte; desde límpido hasta pimienta usé y nada funcionó. Y hoy en día, años después, sigo recogiendo popó de la calle y del arenero.
– No tuve que comprar ropa de bebé cada 3 días (sí, estoy exagerando; igual tengo entendido que no les dura nada la ropa a los bebés), pero tuve que comprar ropa de adulto porque mi perro se comió mis blusas, las medias y hasta los calzones (en especial los calzones).
– No celebré con los primeros pasos porque prácticamente nacen caminando, pero hice tremendo escándalo (y no estoy exagerando) el día que mi perro me dio la patica por primera vez.
– No tuve que enseñarles a hablar, pero tuve que aprender el arte de dominar el lenguaje humano-perro / perro-humano y humano-gato / gato-humano, para poder entendernos.
– No jugué al avioncito para que se tomaran la sopa, pero camuflé pastillas en arequipe, salchichas y lo que supiera que podía gustarles.
– Nunca escuché “mamá”, pero pude darme cuenta que a donde voy, ellos van sin necesidad de llamarlos.
Sí, nunca hice esas “cosas de mamá” pero nunca que dejé de sentirme como tal y a pesar de eso, hay unas en la que definitivamente es exactamente lo mismo:
– Al igual que las mamás de humanos, me privo de planes por no poder ir con mis peludos o no tener con quién dejarlos.
– Paso noches en vela con lágrimas en mis ojos cuando se enferman.
– He tenido que pedir permisos especiales para cumplir con citas de veterinarios.
– Me ha sido inevitable pensar que se los robaron, se perdieron o les pasó algo, cuando los dejo bajo el cuidado de alguien nuevo.
– Me he angustiado si se me pierden 10 segundos de vista en la calle, y esos 10 segundos han sido los más largos de mi vida.
– Al igual que las mamás de humanos he puesto castigos y dado regaños que me han dolido más a mi que a ellos.
– Me ha quedado imposible no rendirme ante sus miradas y me han hecho reír cuando estoy enojada.//– Me preocupo por su educación (la de mi perro más que todo, porque los gatos si nacen, crecen y mueren haciendo lo que se les da la gana).
– Me ha tocado pagar daños, ofrecer disculpas y hablar con los papás de los perros con los que los míos tienen problemas.
– Al igual que una mamá de humanos, después de un divorcio, he tenido que turnarme a los hijos.
– Me pregunto todo el tiempo que estoy sin ellos, si están bien o qué estarán haciendo.
Somos iguales, con las mismas manías y ese instinto de sobreprotección, nadie puede negármelo; y aunque hay otras cosas en las que jamás existirá una igualdad, todo sigue haciendo parte de ser mamá.
– A diferencia de un hijo humano, los míos nunca van a aprender a cocinar o a pasearse solos; y nunca me van a ayudar a barrer los pelos que dejan por toda la casa o a limpiar su propio vómito (al menos a veces se lo comen). Siempre serán un bebé, durante 10 o 15 años. Un bebé que depende de mi para poder vivir bien.
– Nunca me van a mirar con rencor o se van a sentir avergonzados de yo sea su mamá y mucho menos van a responderme feo (punto a favor para los peludos).
– No me van a felicitar por el cumpleaños o día de la madre o Navidad.
– No se van a quejar porque siempre los llevo al mismo parque, ni me van a hacer pataletas porque no les compro el dulce que quieren (otra vez punto a favor).
– Jamás me van a hacer un “mandado” o van a bajar a la portería a recibir el domicilio (punto para los humanos).
– A diferencia de una mamá de humanos, tengo mayor probabilidad de que mi hijo se muera antes que yo; y sé que voy a experimentar uno de los dolores más grandes, ese en el que te arrancan un pedazo de alma, de piel, de ser; ese dolor que debe sentirse al ver un hijo partir.
Sin importar cuantas igualdades o diferencias existan, ser mamá se trata dejar el alma sin esperar nada a cambio; así como lo hago cada día de mi vida; y por eso es que yo no quiero tener hijos humanos, porque ya tengo los míos con pelos y 4 patas. Y a mi que a mi no me vengan a decir que un perro o un gato no cuentan como hijos.
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