Ninguna mujer se muere de abstinencia
Escrito por Carolina González @carolina.gonzalez.delgado

ILUSTRACIÓN POR SOFÍA BERNAL @SOFIABERNALS
Es típico –y todas las Lolas lo sabemos- que cuando una más “necesita” o más libremente quiere explorar su sensualidad y sexualidad con alguien, menos posibilidades hay. Y si no es porque el que a una le gusta está casado, es porque tiene novia, es gay, está entusado o está lejos. Ley de Murphy, sin lugar a dudas. Además, la cosa se complica cuando una es ese tipo de Lola a la que por “x”, “y” o “z” (hay múltiples razones, pero ya eso es otra historia) no le gusta el sexo casual o el cuentico de “amigos con derechos”. Esto sí que es un hadicap cuando de (eterna) abstinencia se trata.
Aún así, creo que no hay que desesperarnos, ni darnos golpes de pecho creyendo que es nuestra responsabilidad cambiar ese estado a como de lugar, si no estamos realmente convencidas. No creo que esa sea la solución, principalmente porque si algo tengo claro es que una cosa es cómo nos gustaría ser y otra totalmente distinta es cómo realmente somos. Y en lo que se refiere a nuestra estructura y nuestra esencia, no hay otra cosa mejor que aceptarnos, amarnos y sacarnos provecho tal como somos, siempre.
Esto incluye sacar(nos) provecho incluso durante esos períodos de abstinencia que cuando son muy largos pueden llegar a hacernos plantear múltiples opciones y a hacernos infinitas preguntas, que -a propósito- muchas veces tenemos que dejar sin responder. Porque vistos desde un lado positivo, estos momentos nos permiten (y casi-obligan) a sabernos, experimentarnos y probarnos. Y yo no sé a ustedes, pero esto a mí me parece ¡una excelente excusa!
Y es que las mujeres, a diferencia de lo que todavía se cree y se escucha por ahí -y descontando obviamente a quienes se declaran asexuales-, sí tenemos sexo por placer, sí pensamos en eso y sí lo extrañamos. Unas más, otras menos; de una manera o de otra, pero es un hecho. ¡Y es más que normal! Otra cosa es que haya algunas que todavía no se atrevan a tratar el tema en voz alta, ni siquiera con sus amigas, cosa que no me parece “mal” porque la raíz de esto es amplia y profunda, pero sí me hace pensar en cuánta sabiduría y cuántas risas nos perdemos por no ser capaces de hablar sin pelos en la lengua.
Yo por eso es que intento conversar y escuchar siempre experiencias ajenas. De esas se aprende muchísimo, si una quiere, claro. Y creo que es gracias a divertidísimas tertulias con mis amigas, a los libros y las letras propias en la que me refugio, al baile, al ejercicio y a las palabras de mi madre -que siempre me dice que hay que tener “la paciencia de Job”- que no me he vuelto loca aunque llevo “x” tiempo en abstinencia (por motivos de integridad digital no me tiraré al agua diciendo el número exacto). Y eso que, para rematar, tengo dos de mis mejores amigas locamente enamoradas, una que otra casada y a mi hermano con el amor por su primera novia (presentable en casa) a flor de piel.
Lo mejor de todo es que cuando me agarra la “chiripiorca” -porque agarra, ¡y fuerte!-, me pregunto: “¿Qué Lola se ha muerto de abstinencia?”. Y después de reírme conmigo un rato y de pensar en mi hermana y en otro montón de Lolas que deben estar pasando por esto ahora mismo, me termino reafirmando en voz alta que, por suerte, no sólo ninguna se muere, sino que siempre tenemos la posibilidad de auto-complacernos sin miedo, sin censura y con mucho, mucho amor.
Comentarios