
ILUSTRACIÓN POR MARIA CAMILA PETIT @MARIAC219
Nosotras, como Lolas, buscamos a nuestro bizcocho desesperadamente: en clase, en el trabajo, en la calle, en la fila de la cafetería, ¡en todas partes! Y nos olvidamos de encontrarnos a nosotras mismas, a nuestra mejor versión. Nos olvidamos de amarnos incondicionalmente y de hacer lo que nos gusta, lo que nos mueve y nos motiva. Propongo que busquemos a quien nos COMPLEMENTE, y no a quien nos COMPLETE.
No hay nada como la llegada del viernes en la noche: ponerse la pinta que uno lleva “craneando” toda la semana, y sentirse divina. Mi arma letal es el delineador negro, pinto una curva que traza mis ojos almendrados y siento que el mundo es mío… ¿no les pasa? Admito que algunas veces lo hago por si me encuentro a ese bizcocho fugaz que me dejó en una tusa maluca, pero bueno, como dijo la Lola Ana Noreña: de una tusa nace una diosa, ¿verdad?
Confieso que tengo momentos en donde me miro al espejo a encontrarme defectos absurdos, a ser mi peor crítica y por eso me pido perdón… pido perdón por muchas veces no entender que esas rayitas incipientes que se dibujaron sin que yo les diera permiso, me convierten en una tigresa y me recuerdan lo lindo que es crecer… Que esas marquitas naturales que me dejaron algunos visitantes no deseados (esos barritos que preciso llegan el fin de semana) me hacen única y me convierten en esa mujer real y natural que soy, que somos todas.
Me pido perdón por algunas veces querer ser alguien más y por abusar de mi dote de «stalkeadora» profesional con diplomado en «Cómo NO poner “me gusta” a fotos de mis víctimas”. Me pido perdón por dudar de mí y poco a poco ese amor propio, que de vez en cuando es escaso, va creciendo mientras voy entendiendo que en la mujer que está a mi lado encuentro una aliada y no una amenaza.
Propongo que hagamos las cosas por nosotras mismas, y no para que alguien las vea (en especial el bizcochito). Siento que un buen ejemplo puede ser esa foto linda que nos tomamos y del por qué tenemos la necesidad de preguntarle a todas nuestras amigas lolas, si es digna de subirla a las redes o no…
¿Y si la subimos porque a nosotras nos gusta, y ya? ¿No es eso lo importante?
La falta de seguridad se ve reflejada en los celos absurdos que muchas veces ni nosotras mismas podemos explicar, que nuestra felicidad dependa de lo que piensan nuestros seguidores de Instagram, de las fotos que montamos, de cuántos “me gusta” recibimos y de los cálculos que hacemos de la cantidad de horas que tenemos que pasar en el gimnasio para eliminar las calorías de esa donita tan rica que nos hizo felices. Lolitas, lo importante es lo que damos, no lo que mostramos, lo lindo es lo que somos, no lo que pretendemos ser, que esas sonrisitas que vemos en los virales “boomerang” no se queden ahí y ya. ¡Pasémonos por la vida «pelando dientes»!
Muchas veces pensamos que seremos más felices cuando llegue el bizcocho indicado, pero cambiemos la búsqueda de nuestra media naranja por ser esa fruta deliciosa, sin necesitar de nadie.
Queramos ser felices con la mujer imperfectamente perfecta que somos, con nuestros sueños y ambiciones, con nuestras penas y güayabos morales, con las tusas y enamoramientos y con las enseñanzas que nos dejaron algunos bizcochos que llegaron para irse.
Quisiera despedirme planteando la siguiente pregunta: ¿No es mejor que él también sea una naranja entera? ¿Qué se ame a si mismo para que así pueda amarme a mí de manera sincera? Es mucho mejor un juguito de dos naranjas que de una.
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