
ILUSTRACIÓN POR CATALINA ROMERO @CATAROMEROH
Y allí estamos nosotras: las mujeres, lidiando con el día 28 de cada mes, con mantener cruzadas las piernas mientras usamos falda para que no vean nuestros cuquitos; peleando con la vanidad y los barritos que llegan de improviso a dañar la estabilidad de nuestra autoestima, con los comportamientos inesperados e inoportunos de nuestro cabello cuando tenemos la «cita de nuestras vidas» o la «salida bomba» del año.
Somos osadas, salvajes, tiernas y a la vez delicadas y nunca estamos esperando un hombre en realidad, simplemente vamos por la vida, independientes, dejando que las cosas fluyan, y si llega un hombre, queremos que ya no sea un niño sino que -en realidad- entienda el significado de ser un caballero.
Por desgracia, y en ocasiones, ese hombre perfecto toma la decisión de irse por cosas del destino, porque sí o por sus propias y respetables razones, dejándonos en la compañía de la más temida, la popular alias “La Tusa”.
Afortunadamente esa tusa nos hace entender que del dolor podemos hacer arte y técnicamente podríamos hacer más historia que Sandro Botticelli, Miguel Ángel y Donatello.
Por fortuna, y luego de esos malos días estamos listas para abrir los ojos, (claramente necesitamos de unas cuantas ayuditas), esas ayuditas que brindan los espejos que -al parecer- nos odian y nos muestran sin censura cómo está actuando la nutella en nuestra barriga, obligándonos a convertir ese tremendo gordito en una nalga enloquecedora.
Cómo no darle las gracias a Dios misericordioso que se apiadó de nosotras en esas noches de cocteles y fiestas haciéndonos mantener la compostura, impidiéndonos hacer esas llamadas en las que perdemos más dignidad que «El divo de Juárez” cuando se cayó de una manera no tan glamurosa durante su concierto.
Aplaudámonos a nosotras las mujeres porque somos nosotras mismas las que tomamos la decisión de hacer nacer de la tusa a una Afrodita (diosa de la belleza) con un toque de Athenea (diosa de la sabiduría).
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