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Qué leer: Después de todo, de Piedad Bonnett

Escrito por Alejandra Rojas

Después de todo (2001), es la primera novela de la escritora y docente Piedad Bonnett. Esta mujer se distingue por su gran aporte a las letras colombianas, no sólo en el género de la novela sino también en la dramaturgia, crítica literaria y no menos importante, en la poesía. A grandes rasgos, Después de todo es una novela ficcional con una trama sencilla y fluida, pero en el fondo reveladora, acerca de la vida de una mujer de edad mediana perteneciente a la clase media- alta, que se pregunta por su propia existencia. El libro está dividido en cuatro capítulos, cada uno nombrado con profundidad tanto descriptiva como metafórica.

I Siempre sucede, II Lo que fue nuestro, III Sólo es el viento, IV Como un resplandor. Nombres que evocan en su orden: monotonía, nostalgia, resignación y renacer. Ana, es la protagonista de esta historia, la caracterización del personaje es cercano y fácil de recrear, podría ser cualquier lectora desprevenida. Tiene 48 años, acaba de enviudar después de estar casada la mayor parte de su vida. Renunció a la iglesia desde niña. Escribe artículos. Es madre. Es amante. Es artista. Busca su cuerpo.

La novela comienza y termina con la misma escena, por lo cual el final permite develar la incógnita inicial sobre ¿por qué Ana se encuentra con su propio rostro frente a una ventana?, “Lo primero que vio fue su propio reflejo, el de una mujer semidesnuda, con el cabello todavía mojado detrás de las orejas y los ojos achinados muy abiertos”.

Ana está aparentemente en la llamada “crisis de la mediana edad”, en la cual se encuentra cuidando a un esposo enfermo mucho más viejo que ella, en una casa a las afueras de Bogotá que no reconoce como propia, con su hija lejos del país, un trabajo que no disfruta, una mejor amiga que juzga sus decisiones y un amante que la abandona. Dentro de todo este caos, el cual sólo le produce ganas de huir y beber whisky de vez en cuando, Ana contrata a Gabriela, una joven artista desaliñada y sencilla, bella a su manera y con toda la desilusión y al tiempo, sueños, que le permiten un pasado lleno de dolor y necesidades.

Gabriela, quien es contratada para hacer rastreos bibliográficos y acompañar las lecturas y algunas necesidades de Emilio –el marido enfermo, elitista y machista de Ana – termina por convertirse en el ser más cercano a ella y la única que logra sacudirle la tristeza, no sin llenarla de incertidumbres, incertidumbres que la obligan a reencontrarse consigo misma.

Los sentimientos expresados por el personaje principal frente a la recién llegada, son reflejos de sensaciones que tenemos todas las personas en diferentes periodos de nuestras vidas, sobre todo las mujeres. Empezando por un sentimiento de molestia al ver la libertad de la joven, libertad de la cual Ana no goza hace mucho tiempo; pasando por una necesidad de protegerla, ese sentimiento maternal, propio de ella pero que su hija ya no necesita y que su madre, tradicional y distante, nunca le manifestó; se insinúa un enamoramiento, pero en mi opinión es un deseo de Ana por poder vivir la vida que vivía su asistente, con la libertad que te concede poder salir cuando y con quien quieres, sin ninguna responsabilidad ni prejuicio.

Ana atraviesa las calles de Bogotá en búsqueda de algo que llene su vacío, tal vez de Martín – el amante que la rechazó, de Gabriela – quien la abandonó después de recibir los cariños esperados de una madre o de los desconocidos que la observan y la sacan a bailar en un bar oscuro. Todo esto resulta en vano, en realidad Ana está en búsqueda de un cuerpo que ninguno de ellos puede brindarle, se encuentra buscando su propio cuerpo, el que ve frente a la ventana esa noche “Una mirada que debe reconocerla, desearla, aceptarla, hacer que su cuerpo vuelva a existir más allá de los humores, los excrementos, los ruidos secretos, la paciente floración de las enfermedades. Lo que Ana desea es ese cuerpo que hace salir su alma dormida hasta la superficie de la piel”.