Como dice mi mamá; la edad no tiene nada que ver con la madurez y de hecho, no creo que algún día seamos del todo maduros -se los dice quien todavía llora cuando se enferma y tiene a los papás lejos-.

El primer momento de la madurez en las relaciones aparece cuando uno se da cuenta en qué lugar emocional y de la vida se encuentra el otro, y eso pasa normalmente cuando ya ambos han pelado el cobre, cuando se ha perdido la pena en muchas cosas y empezamos a compartir la cotidianidad, los problemas, las inseguridades y los sueños. Es normal y es sano que en algunas situaciones necesitemos del otro para ayudar a levantarnos o darnos ánimo, el problema es cuando dejamos de levantar para comenzar a arrastrar.

Cuando comenzamos a cuidar al otro desde un punto de vista maternal, sin darnos cuenta, comenzamos a llevar cargas que no tenemos por qué llevar y además, cuando estamos con una persona que necesita de alguna forma aprobación para todo lo que hace y comienza a cambiar sus actitudes e incluso hábitos sin que tú se lo pidas o se lo insinúes, sino que lo hace porque supone que es la forma de ser que te agrada en alguien… felicitaciones, te acabas de convertir en mamá de tu pareja.

Ese punto cuando te das cuenta que quien está contigo no se encuentra en la misma sintonía que tú, es donde la madurez juega un papel importante, porque si es uno quien está más “centrado” que el otro, te vuelves el polo a tierra de tu pareja y no está mal, porque una de las cosas más lindas es cuando son un apoyo mutuo, un motivo para mejorar cada día y un impulso. Lo que no es tan lindo es cuando comienzan a cambiar totalmente, no porque realmente nazca, sino para forzarse a coincidir o generar más empatía contigo.

Cada uno vive etapas en diferentes momentos y las relaciones no se tratan de que ambos tengan exactamente los mismos gustos, los mismos hábitos o incluso los mismos intereses, pues el respeto también es entender y aceptar que son personas diferentes y que por eso cada uno debe tener su espacio, que no podemos volvernos esas personas que prohíben a su pareja hacer algo o que exigen que se vuelvan un solo cuerpo para que siempre tengan que estar juntos.

Pero, ¿qué pasa cuando incluso teniendo ese concepto de “espacio” claro, tu pareja comienza a volverse todo eso que cree que quieres y las cosas se tornan en plan? “Ya no salgo, no porque tú me lo pidas o me digas que no puedo, sino porque prefiero quedarme contigo”. Pero realmente se muere de ganas por salir con los amigos a tomarse unas cervezas. Es como si de alguna forma por no compartir ciertas cosas o porque el otro ve en ti ese polo a tierra, comienza a sentir que eres algo así como su mamá, entonces esas actitudes que empiezan a cambiar son muchas veces reacciones a esa aprobación que el otro quiere tener de tu parte.

Lolitas, es muy difícil querer a alguien que no tiene la madurez para mostrarse como es, hacer lo que le gusta aún cuando no van a compartir todos los gustos y que no sabe que tiene que mantenerse genuino, porque si quiere salir con los amigos, así no vayas, lo puede hacer y te lo puede decir, porque no hay nada más cierto que la confianza es a una relación como la miel al chontaduro: indispensable.

Muchas relaciones superan ese momento, en donde alguno de los dos quiere convertirse en lo que supone que el otro espera, ahí se le suma un punto gigante a la madurez, cuando entiendes que no necesitas aprobación completa de tu pareja frente a lo que eres o lo que te gusta, cuando basándose en el respeto, la confianza y obvio el amor, entienden el espacio y lo que es cada uno.

En otras ocasiones, se le hace honor al refrán: “La que se acuesta con niños…”, porque no hay mayor prueba del destino de que estuviste con una persona inmadura, que cuando las cosas se acaban, y te das cuenta que ese “no quiero salir” que te decía; era ante sus amigos “es que mi novia no me deja salir” y que de la nada a esa persona ahora le gusta todo lo que te dijo que no le gustaba, porque suponía que eso era lo que esperabas de él.

En ese momento revelador, llegas como conclusión a dos cosas. La primera, que no conoces realmente a la persona con quien estuviste y la segunda, que estas muy joven para ser mamá. Y que de ser mamá serías una mamá bacana y que si se hubiera mostrado como es, hasta le invitabas a él y a sus amigos a unas cervezas.