Historias de mamas #SúperLolas

FOTOGRAFÍAS POR @ELRINCONFOTO @LUISMARTINVELASQUEZ

Algunas mujeres necesitan príncipes para ser salvadas. Otras, necesitan amigas Lolas para salvarse del príncipe. Pero otras muchas, necesitamos Súper Lolas que nos recuerden que no hay ninguna mejor heroína que la Súper Lola que todas llevamos dentro.

Porque confiamos en la Súper mujer que todas somos. Porque queremos crecer juntas. Porque aprender de las experiencias de vida de otras Lolas nos hace súper poderosas. Porque estamos convencidas de que así como ellas se han jugado todo por amor a la vida, nosotras hoy entramos al juego: al del autocuidado, al del amor propio. Por eso hoy te invitamos a amarte. #AmaTusLolas #SúperLolas

Agradeciendo al autoexamen

Mi nombre es Luz Ángela Agudelo Sánchez, pero mis amigos suelen llamarme Luchy. Soy la menor de 8 hermanos, mis padres ya fallecieron. Estoy casada hace 32 años y tengo 2 hijos.

Era un día cualquiera, estaba acostada en cama con mi esposo viendo un programa de televisión y recordé que, como acostumbraba, podía hacerme el autoexamen. Empecé a tocarme y descubrí que tenía una bolita más o menos del tamaño de un grano de maíz. Lo toqué una y otra vez hasta que decidí decirle a mi esposo: Flaco tocame acá y decíme qué notás. De inmediato me dijo que sentía una bolita dura y me preguntó que si yo me hacía los chequeos debidos, que pidiera una cita lo más pronto posible.  Así fue cómo, yo misma, haciéndome el auto examen descubrí que tenía cáncer el primero de mayo de 2007.

Fui al ginecólogo e inmediatamente me mandó una mamografía, los resultados me indicaron que debía hacerme una biopsia con urgencia y luego de este examen el resultado fue carcinoma ductal infiltrante en mi lola izquierda. Empezó entonces todo el proceso maluco pero necesario: pasé por 6 quimioterapias, me las realizaban cada 20 días. En enero de 2008 me practicaron la mastectomía radical, es decir me quitaron todo el seno y me hicieron la reconstrucción inmediata. En abril tuve 25 sesiones de radioterapia…

En medio de esta situación desagradable y desgastante, puse todo en manos de Dios, segura de que todo iba a estar bien y que de esta salía porque salía… Y así fue. Mi actitud me llevó a lograr una excelente recuperación, lógicamente también con el apoyo y amor de mis seres amados (familia y amigos).

El cambio en mi vida fue radical, ahora agradezco muchísimo más a Dios por los amaneceres y noches en mi vida. Aprendí a no pegarme de cosas que no valen la pena, a ser más sencilla, tranquila y humana, convencida de que las dificultades que llegan a mi vida, si las miro y asumo con serenidad, me dan un aprendizaje para crecer cada día más como persona.

Por esto les digo mujeres: cuídense, valórense, respeten sus cuerpos y examínense. Porque sí cada una se preocupa, se hace el autoexamen, va a los chequeos y al ginecólogo se puede detectar a tiempo esta enfermedad y encontrarle solución; de lo contrario puede ser letal y acabar con sus vidas solo por descuido.  Recuerden que “la luz del sol de una nueva mañana es el comienzo de nuevas esperanzas y oportunidades… Di buenos días a tu corazón, limpia tu mente y agradece el nuevo amanecer en tu vida”.

De la mano de una sonrisa: la vida

Hay días en los que la vida nos sorprende.

Nos deja sin aliento.

Pero hay otros en que esos golpes se convierten en aprendizajes para vivir mejor.

Soy Maria Camila Mesa y hace 3 años -a mis 32- me dieron la noticia más difícil de recibir y de asumir: “tienes cáncer de mama”.

Todo se derrumbó.

El mundo se oscureció.

Las puertas se cerraron a mi paso.

Sentí que mi vida se escapaba.

No había remedio: rompí en llanto y mi sonrisa se borró.

Extirpación de seno.

Pérdida de cabellera.

Quimioterapias.

Vómitos.

Ganas de nada.

Todo se volcó en un instante.

Todo pasó como una ráfaga por mi cabeza.

Nada ni nadie me preparó jamás, ni para aceptar, ni para vivir esto.

La caída del pelo me dolió profundamente.

Es un momento indescriptible: desconsuelo, tristeza, desprendimiento.

Tenerme que enfrentar a las hospitalizaciones: las quimioterapias, las depresiones, los miedos y las recaídas propias de mi enfermedad…

Fue una tormenta que sacudió mi vida.

Sin embargo, siempre estuve segura de que le ganaría la batalla al cáncer, de que todo lo anterior se  convertiría en el punto de apoyo para darme las fuerzas necesarias y mirar el sol de frente.

Volví a abrir los ojos. Saqué esa mujer valiente y alegre -como ya lo había hecho en otras ocasiones- y me propuse enfrentar esta prueba que la vida me ponía en el camino.

Desde entonces, cada vez que pueda sacar mi sonrisa, lo haré; porque ahora sé que no hace falta afán, que cada día es un milagro y que hay que saborear, disfrutar y amar la vida de a poquitos…. y hacerlo, con una sonrisa dibujada en el rostro, siempre.

Con actitud titina

Soy Isabel Cristina Palacio, me dicen Titi de cariño, y soy Directora Nacional de Captaciones de una entidad financiera, un mundo fascinante, impredecible, movido por el mercado económico y con un alto manejo de estrés; orientada al logro de metas, con un grupo a cargo maravilloso, de personas a las me gusta motivar e incentivar. Mi familia, vital para mí: Diego mi marido y, mis dos hijos, Tomás y Manuel.

En el 2015 me pasaron muchas cosas. Diego con una crisis personal, inquieto e infeliz -Ingeniero de Producción durante 22 años, empleado juicioso- quiso hacer un cambio en su vida: renunció en junio para volverse independiente, sin planear en qué, ni cómo. Nuestro matrimonio estaba pasando por un momento extraño, nos cambió la vida. Esta y otras situaciones familiares marcaron drásticamente mi año.

En el segundo semestre me realicé -como de costumbre cada año- la mamografía y los autoexámenes, pero salió una bolita rara. Me repetí unas placas y cuando llegué a la lectura del examen me dijeron que no les gustaba la imagen, que querían hacerme una ecografía de mama. Ese mismo día me la hicieron, viendo mi angustia y la de mi esposo, además de una biopsia que resultó negativa para cáncer: diagnóstico fibroadenoma. Fui a visitar un Mastólogo en las Américas, el Dr. Ángel, que me dio su opinión: que no era grave, que ni siquiera se tenía que sacar, que relajada. Pero que yo finalmente decidí que me la sacaba en vacaciones. Claudia Huertas, (mi ángel de la guarda) amiga radióloga, insistió en que no le gustaba la imagen y quería una segunda opinión. Tuve cita con el Dr. Herazo, mi Mastólogo actual, y me operó. Sacaron el cuadrante de la mama donde estaba el quiste, el supuesto fibroadenoma. Lo mandaron para patología….

Pasaron 8 días, era viernes y yo estaba en mi casa con mi hijo menor Manuel, y venía Juliana Vélez -una amiga del colegio de mi grupo del alma- a acompañarme a hacer unas vueltas, cuando recibo la llamada del médico confirmando que tenía CÁNCER DE MAMA. Se me vino el mundo encima, sentí que todo se había nublado. Mi marido siempre a mi lado acompañándome, mis hijos salieron volados porque el médico dijo que entre más rápido actuáramos, más tiempo tendríamos de hacerle análisis al tumor y mandarlo a pruebas para saber si era hormonal, qué tan agresivo era y darnos instrucciones.

Durante los siguientes días me chequearon todo el cuerpo y gracias a Dios todo estaba limpio. Me realizaron otra cirugía de ganglio centinela: estaba SANA. La semana siguiente, con mi marido y nuestro socio Camilo, inauguramos el restaurante La Toscana Pizza y Alitas. Este espacio resultó muy propicio para distraerme, compartiendo con amigos y familia. Era fin de año, y gracias a que la empresa decidió darme vacaciones anticipadas y apoyarme absoluta e incondicionalmente, –apoyo que agradezco muchísimo– pude dedicarme a reflexionar y entender esta vivencia, a pensar en mi salud mental y corporal, a cuidarme y terminar el 2015 orando y llena de fe.

Para inicios de año realizaron un Oncotype en Estados Unidos; se tardó 3 semanas para determinar qué tan agresivo era mi cáncer y qué necesitaba además de las cirugías. Regresé de vacaciones y estaba en la oficina, laborando feliz, pero llegó el resultado y no fueron buenas noticias: necesitaba quimioterapia. Esa semana empecé tratamiento a cargo de mi Oncólogo Mauricio Lema, un ser muy especial con un calor humano divino, él nos explicó qué seguía y siempre estuve dispuesta: “lo que haya que hacer lo hacemos, pero de esta salimos”.

Empecé quimioterapia: seis meses duros, seis meses de aprendizaje, seis meses de náuseas, vómitos, desmayos, pérdida de pelo…  Asada, requete tostada y maluca, una semana o más, y los otros días, antes del siguiente ciclo: reposada,  tratando cositas para mí y conociendo mi cuerpo con sus reacciones. Estuve muy cercana a mis padres y a la familia de mi hermano. Ellos viven en Rionegro, en un ambiente saludable y acogedor donde me sentía libre… allá volví a lo básico.

Este proceso me ha enseñado mucho: los amigos de verdad se afianzaron y los conocidos que creímos amigos sacaron la cola en momentos duros. Yo soy una mujer INTENSA. Tener actitud positiva es muy bueno y ayuda a sanar, es cierto, yo lo viví; pero a veces también da más duro lo que sale mal. Yo nunca pensé que iba a vivir una quimioterapia y me tocó la más dura …. Agradezco a los enfermeros, “secres”, asistentes. Por ellos viví mi proceso de quimio más cómoda y tranquila. Son personas maravillosas que tienen un trato hermoso con los enfermos de cáncer y una calidez que ayudan a ser más llevadero esos días inolvidables, de horas conectada a medicinas agresivas y dolencias respectivas, en 6 meses se vuelven familia.

Pensar ahora en todo lo vivido me pone en contexto, a mirar las cosas con nuevos ojos: lo imposible es probable y lo que no, hay que dejarlo pasar sin desgaste. Se aprende a convivir consigo misma, a conocerse el cuerpo y saber cuando no está bien, a mezclar medicina occidental y oriental. Aprendí que con fe todo se puede, que el trabajo es maravilloso pero a veces todo no se puede hacer, que hay que suavizar el estrés de la vida diaria, dejar de echarse las cargas de los demás encima, de querer solucionarle la vida a los demás.

Desde el inicio de mi diagnóstico me apoyé en varias personas: Cata mi prima y Vane mi cuñada, que sufrieron cáncer. Como refuerzo a este equipo busqué a Elena Palacio, compañera de la infancia, supe de su enfermedad y me deslumbró con su actitud: fue una guía muy útil, clara y precisa. Me regaló su libro “La sonrisa de Elena”, donde narra toda su experiencia: una maravilla, motivador.

Finalmente, cada uno sabe qué filtra y qué le sirve: me dieron muchos consejos buenos y otros que no sirvieron para taco, tantos mitos que existen… Al principio me leí un montón de libros y empecé con la cabeza recaliente porque, claro, uno siempre quiere ir más allá para entender qué está pasando. No me parece que haya que quedarse solo con lo que dicen los médicos. Conocí personas muy especiales que me buscaron porque querían acercarse a mi experiencia con mi actitud positiva, tranquila y optimista. Nunca quise que me vieran verde, pálida o demacrada, porque eso no lo quiero recordar de esta enfermedad, sino los días alegres con mi familia, los días que estuve saliendo adelante, los que ya me sentía al otro lado: las salidas con mis amigos, los viajes al mar, cuando me sentía recargada y aliviada. Aunque hubo muchos momentos duros, los dejo para mi recuerdo personal y familiar.

Me acaban de operar: ya no tengo quicas naturales sino prótesis, me dio súper duro. Nuevamente volvió el  llanto, días en los que no me siento tan tranquila. Pero mi familia y tantos amigos han estado siempre ahí, demostrando que no se van a ir de mi lado; hasta  Canela mi perra, ella me anima y me acompaña en los momentos de felicidad y tristeza, voleando la cosa, con las orejitas abajo. Entendí lo  importante que es rodearse de seres que generen serenidad, tranquilidad y felicidad: darle a todo lo bueno la bienvenida, porque tengo claro que solo es salud lo que sigue de aquí pa’ delante.

Fue un año muy difícil pero también lleno de cosas lindas… le doy gracias a Dios porque mi vida sigue, y hasta el momento que él decida, yo me sentiré tranquila y libre de cargas.

CONTRA NOSOTRAS MISMAS… ¡Esa es la pelea!

Se cumplen dos años de transición a lo que será el resto de mi vida: proyectos cortos y acertados, una felicidad construida desde mi experiencia, desde mi cuerpo, desde mis decisiones, desde lo que he definido sobre ser mujer en un país como Colombia, en una ciudad como Medellín.

Mi nombre es Ana Carolina Chica y soy una mujer de 29 años, orgullosa de ser la tía de Agustín, la hija de Pedro y Dora, y la hermana mayor de Camila, Simón y Jerónimo. No hay mucho fuera de lo común en mi vida, me la he ganado haciendo lo que me gusta, me río a carcajadas estridentes y contagiosas, soy alegona, algo mimada, e intento mantener el carácter fuerte e independiente que mi mamá forjó en mí -pero que todos creen heredé de mi padre-. Yo he llegado a la conclusión -modestia aparte- que soy una exitosa mezcla de los dos. Soy historiadora de la Nacho, y no, no cuento historias, ¡las hago! Esta es una que va por la mitad, y hoy tendré que saltarme el libreto académico para contarles una parte de lo que me sucedió.

En mayo de 2014 mientras veía una película, tumbada en la cama con quien en ese momento era mi pareja, me palpé un abultamiento extraño en mi seno izquierdo, él también lo tocó y sentimos que era algo raro, que nunca había estado ahí. A pesar de mis viajes continuos, y de la presión laboral con la que vivía, me realicé un chequeo donde un médico general, me remitió una ecografía, pero los tiempos de mi agenda nunca coincidían con la falta de programación de la IPS. Hacía solo cuatro meses me había realizado de manera particular una ecografía de seno que había salido muy bien y me rehusé a volver a costear el procedimiento por mi cuenta, esperé a que la IPS me atendiera: ese fue mi gran error, –tal vez no fue mío, fue del sistema, pero no debí confiarme-. Siempre me hacía el autoexamen pero lo dejé pasar, seguí corriendo con mis asuntos profesionales y personales sin prestarle mayor atención.

Cuatro meses después, el 18 de septiembre, recibí mi diagnóstico: era un Carcinoma Ductual Infiltrante Triple Negativo en birads 6. Si en ese momento no hubiera contado con mis “escasos” 27 años se me habría practicado una mastectomía de inmediato, es decir, habría perdido mi seno izquierdo. Los médicos agilizaron los trámites y en un mes, con el diagnóstico exacto y libre de metástasis, me iniciaron las quimioterapias: fueron 16, el famoso cóctel de 4 rojas y 12 blancas, las primeras ocasionaron los mayores estragos físicos, sociales, familiares, profesionales y espirituales que pude haber pasado, todos ellos necesarios para comprender el PARA QUÉ llego un cáncer a mi vida.

A pesar de haber salido victoriosa, esperanzada y feliz de esta pelea, hoy sigo lidiando con los fantasmas que me dejó el cáncer, las pérdidas: mi empleo, pues la institución gubernamental para la que trabajaba me dejó a medio camino y de manera indiscriminada liquidaron mi contrato por “incumplimiento”; además perdí el proyecto de vida que creía estar construyendo con mi pareja, pues también a medio camino de la enfermedad alegó “incompatibilidad de carácteres”; igualmente perdí a un par de amigos, y todo lo anterior, nos obligó a mi familia y a mí a trasladarnos del lugar en el que pensábamos ser muy felices.

Sin embargo, y para serles absolutamente honesta, no extraño nada de eso. Mi gran pelea -la de a diario- es soportar la violencia con la que las mujeres se siguen juzgando por no cumplir los estereotipos sociales que nos imparten desde niñas, en la que no puedes ser gorda, ‘cari lavada’, de pelo rizado, de pompas planas o de tetas pequeñas; en la que poco importa permanecer en un buen nivel profesional e independiente. Estoy harta de escuchar a mis amigas, primas y tías, -y lo digo aquí porque ellas de verdad NO ME HAN ESCUCHADO- quejarse por el pelo, por el sobrepeso, por la celulitis, por los hombres, por otras mujeres, pero sobretodo, por las tetas: si son pequeñas, grandes, blancas, pecosas o muy caídas, a ninguna he dejado de escucharle reparos sobre sus senos; pero en cambio sí me dicen abierta y en total confianza -por no decir descaradas e insolidarias- que no se tocan y no saben practicarse el autoexamen de mama. A todas ellas, que las quiero, adoro y espero que hagan parte de mi historia de vida para siempre, les tengo que decir y pedir: RESPETO, por favor respeto: a ustedes, a sus cuerpos, a sus historias, a sus madres, abuelas y tías, que las cuidaron para que no sufrieran ningún tipo de abuso, -tan fácil que es en ciudades como las nuestras al ser mujer- respeto a lo que han logrado, pero sobre todo a lo que han superado.

Acabo de pasar los años más difíciles de toda mi existencia, pero en los que puedo sumar mi mayor logro: ¡seguir viva! Y a ustedes sólo les queda de manera responsable y sana practicarse cada mes el autoexamen, y todos los días el respeto consigo mismas, porque han logrado sobrevivir a la gran batalla que significa ser mujer en este país.