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Tres mujeres rotas en un mismo libro, Simone de beauvoir

ALEJANDRA ROJAS

Las palabras se quedan cortas para describir a la gran Lola que protagoniza este espacio hoy: la filósofa francesa Simone de Beauvoir (1908). Sólo para mencionar una revelación que nos motive desde estas primeras líneas diremos que es una de las mujeres que luchó con más fuerza por reivindicar los derechos de las mujeres y que en este tema se basa mucha de su bibliografía.

Esta Lola fundó revistas, escribió mucha literatura y fue una de las fundadoras de Liga de los Derechos de la Mujer, tuvo la valentía de publicar en 1949 El segundo sexo, texto que sirve hoy para la construcción del pensamiento feminista por parte de muchas Lolas. Admiremos a esta gran mujer que nos dejó el siglo pasado, en esta ocasión con un libro que reúne tres espectaculares cuentos: La mujer rota (1967).

Al mirar el empastado rojo de la edición pareciera como si la imagen de la portada nos indicara anatómicamente de qué se tratará el texto, pues ilustra distintos puntos importantes en el cuerpo de una Lola que se convertirán en una metáfora de las distintas historias sobre mujeres que se narrarán a lo largo de sus 203 páginas. Este libro llegó a mí por recomendación de una –en su momento –gran amiga, en esa época me pedía solo lo leyera cuando estuviera dispuesta a desprenderme de muchas situaciones que en el amor le habían dado vueltas a mi cabeza por varios años.

La mujer rota está dividido en tres capítulos, tres historias de vida que cualquiera de nosotras podría llegar a vivir. Se cuentan las narraciones de tres Lolas pero que perfectamente podrían ser la misma, cada capítulo tan intenso como si de una sola novela se tratara, hablando sobre la decepción que llega cuando los sueños y las construcciones que hemos hecho se evaporan, sobre el amor agonizante: decepciones sobre los hijos, sobre lo que la sociedad espera de nosotras y, la que en este libro es más dolorosa y finalmente irresoluble, la decepción sobre el amor de la vida. Sin más ni más, La mujer rota.

El primero, La edad de la discreción gira en torno a la vida de una Lola que empieza a vivir sus primeros años de la vejez, una mujer académica, comprometida con el trabajo social, con el bizcocho perfecto como esposo – un científico dedicado al Humanismo – y un hijo que los ha decepcionado profundamente, pues ha decidido ser todo lo contrario a ellos dos; sí Lolas, ese temor que uno siente cuando se imagina junto a su bizcocho tener un hijo y le entran los miedos de que sea la antítesis de todo lo que tiene significado para nuestras vidas, pero que en este caso no fue sólo la imaginación, fue completamente real. Además de contar toda la problemática con su hijo y cómo finalmente el cariño supera estas agobiantes dificultades, esta Lola nos muestra su frustración por no poder escribir como antes lo hacía, una decepción más.

En Monólogo, una Lola más joven –que también podría ser cualquiera de nosotras –busca silencio ante el ruido de la ciudad y de los hombres que a lo largo de los años han intentado conquistarla con banalidades. Este capítulo nos pide una gran agilidad en la lectura, la misma agilidad con la que pasa la noche, es como acelerar 100 km/h los pensamientos que pasan por la mente cuando caminamos.

Esta Lola nos habla de sus vivencias y fracasos como hija y luego como madre, tratando de sobrevivir a las exigencias que la sociedad hace a una mujer, ella lo único que quiere es una familia nuclear para ser aceptada y dejar de ser juzgada por no cumplir con en este papel que le ha impuesto la sociedad a la mujer: la de ser madre. Esta historia es el resultado de un ataque de ansiedad producido por no cumplir las expectativas de la sociedad y por reclamar un lugar en ella.

Finalmente, pero no menos importante, el capítulo homónimo del libro está escrito a manera de diario desde septiembre hasta marzo; esta tercera Lola, una mujer de 40 años, sagitario (como yo), acaba de entender el significado del partir de los hijos cuando toman sus propias alas, empieza a sentir una extraña soledad que se acrecienta con la lejanía de su marido que se encuentra ‘tratando de salvar al mundo’.

Con el tiempo, dentro del renacer que le permite haber abandonado el papel de madre, experimenta una libertad olvidada o desconocida hasta ahora. Justo en este punto de la vida, sus proyectos se ven opacados por el engaño de su pareja a quien consideraba una persona intachable: “– ¿Qué sucede?, ¿hay una mujer en tu vida? Sin dejar de mirarme, dijo: – Sí, Monique, hay una mujer en mi vida”. Después de esto todas las ilusiones se van al suelo, ella decide seguir conviviendo con él que ha sido su compañero por casi toda la vida permitiendo que él tenga una relación alterna con aquella Lola, chica que además es una contradicción pues representa todo lo que él ha criticado siempre en las mujeres.

Sé que también están pensando ¿hasta dónde puede aguantar una mujer para conservar la compañía de alguien? Este capítulo está lleno de ausencia, nostalgia, ansiedad y desesperación. Para concluir que NO hay retorno. “Mi vida detrás de mí se ha desfondado enteramente, como durante esos temblores de tierra en que el suelo se devora a sí mismo…”.

Lolas las invito a leer a esta revolucionaria mujer que nos muestra de la manera más descarnada nuestros más profundos sufrimientos y nos insta a reflexionar sobre nuestras propias construcciones respecto al amor, la maternidad, la familia, el perdón, el engaño y todos esos sentimientos que nos hacen cada vez más Lolas, cada vez más humanas.